miércoles, 24 de marzo de 2010

Roberto Enrique Pineda, in memorian

Por: José Carlos Molina

La primera vez que vi a mi amigo ROBERTO PINEDA, fue a mediado de la década de los años 70, no recuerdo exactamente el año, ni el mes, pero debió ser un viernes por la mañana. Fue en una entrevista que le realizó en su acostumbrado noticiero matutino, a unos Boxeadores aficionados que tenían gran reconocimiento en la ciudad, no solo por su calidad profesional, sino, por ser hermanos de Antonio Cervantes Kit Pambelé (José “Pambelito” Cervantes) y Rodrigo “Roky” Valdez, (Alfredo Pitalua). Después, esos boxeadores representarían a la Guajira en un torneo nacional aficionado.

Yo había llegado a la emisora con los boxeadores el día de la entrevista, porque vivía al lado del gimnasio donde entrenaba todas los días y me había ganado la amistad de los atletas a pesar de mi corta edad; ellos en un gesto de cariño me llevaron a conocer la emisora. Nunca había visto a Roberto, siempre lo escuchaba por las mañanas; él con ese tono de voz y su facilidad de expresión tenía cautivado a su audiencia. Esa mañana no solo lo conocí a él, también entré por primera vez a la emisora, expectante y maravillado por observar de cerca el embrujo y la magia que le daba vida a esas pequeñas cajitas que hablaban y cantaban en nuestras casas.

La ciudad de Maicao vivía quizás su mayor época de esplendor económico en la década de los setenta (70) y Roberto Enrique Pineda, era una especie héroe municipal al que todos nos acostumbramos a ver en la cotidianidad de nuestros días y así fue perdiendo entre nosotros esa magia que tienen los artistas que solo vemos a la distancia y cautiva cuando aparecen. Con Roberto nos ocurrió que su trato amable, cordial y permanente lo convirtió en un ser más terrenal con sus defectos y virtudes, pero le seguimos guardando el respeto y el aprecio de siempre.

Los años pasaron y obviamente dejé de ser el niño y luego el adolescente y me trasformé en el adulto que pudo interactuar con el profesional de la radio que siempre admiré desde niño. Él con mayor recorrido y experiencias, había caminado parte de la costa atlántica en diferentes emisoras por varios años, pero luego regresó a la tierra que lo adoptó como a uno de los suyos y lideró programas de corte cívico y social, que le dieron mayor popularidad y vigencia. El recuerdo que tengo de mi amigo es el de un hombre amable, cordial, entusiasta y de un dominio excelso del micrófono y la cabina de radio.


Rafa Pérez, su compañero en el control máster, nos contaba a un grupo de amigos, que el último día que Robert estuvo en la emisora, llegó como siempre a las cinco y quince minutos de la mañana y dentro de la cabina su cuerpo no respondía, su obligación estaba por encima de todo, aún sintiéndose mal llegó temprano a su puesto de trabajo; Rafa, se asombró al verlo en esa condiciones físicas y de inmediato, acudió por ayuda.


Fue trasladado a Barranquilla, logré comunicarme con él, algunos días después y me dijo que se sentía mejor, que pronto estaría de regreso en su trabajo y la verdad a pesar de sentirle la voz apagada y débil, cerré la conversación telefónica convencido que era verdad y que pronto estaría de nuevo en su noticiero; le creí igual que creía cada una de sus noticias, jamás me imaginé ese desenlace fatal que hoy entristece las almas de quienes fuimos sus amigos.


José Luis, uno de sus discípulos, sentenció un día después de su muerte, que Maicao no sabe aún lo que perdió; que no hemos valorado la perdida de ese profesional de la radio. Con frecuencia a los humanos nos ocurre lo mismo, después de la perdida valoramos lo perdido.


Mi mamá, una mujer que la vida la llenó de experiencias, a puro golpe, pulso y coraje, cuando escucha hablar siempre de las bondades de las personas, dice en modo de advertencia: “¿Fulano es Bueno? ¡Viví con él para que veas!; por ello tengo que decir que sin duda, Roberto tenía muchos defectos como ser humano, pero yo prefiero el ROBERTO ENRIQUE PINEDA que conocí y traté en varios escenarios y puedo decir sin que me quede nada por dentro: FUE UN SER HUMANO EXCEPCIONAL, QUE AMO PROFUNDAMENTE SU PROFESIÓN Y LA VIDA, PORQUE A LA MUERTE PLANEABA DEJARLA PARA DESPUÉS.

Salvado de la sentencia paramilitar


Por: Martín López González

Al revisar la historia se nota un acto repetitivo: ex alcaldes de Riohacha, al final de su mandato trasladan su residencia a Bogotá. La mudanza es como un acto de escapatoria; aunque por diferentes razones, guardan algunas similitudes. Lo acostumbrado es verlos salir por la puerta trasera, involucrados en escándalos de corrupción con una gruesa chequera de por medio. Uno de los casos merece especial atención. Pues en ese, no se presentaron esas circunstancias. El motivo fue ser objetivo militar de las fuerzas implacables del paramilitarismo.

La primera amenaza había ocurrido en 1998 en tiempo de la Casa de la Paz de Riohacha. El operativo lo tenía montado un “guerrillero voltereta”, que en sus ratos libres prestaba servicio a sus enemigos congénitos, los paramilitares. Entre sus tareas urgentes estaba aniquilar al personaje de marras. Mientras el veterano matón preparaba todos los pasos con precisión de relojero, se filtró la información en los servicios de inteligencia de la Oficina de la Reinserción y se pudo detener los que hubiese sido un magnicidio local. Más adelante en confusos hechos, el victimario se convirtió en víctima; no se sabe, si por sus camaradas guerrilleros por traición, o por sus contratantes paramilitares por ineficaz.

El paramilitarismo en pleno furor en el 2002 no podía perdonarle a ese gran líder, haber cambiado la forma de hacer y ejercer la política, con absoluta independencia de la clase politiquera tradicional. Sin dinero, sólo con su carisma inagotable, había hecho la movilización social y política más grande de la historia de La Guajira, llegando a ser Alcalde de Riohacha con más de 22.000 votos. Erigiéndose como una figura independiente de proyección nacional, a través de las estrategias de progreso y del respeto que la humanidad entera busca anhelante, con la decencia pública como medio principal.

De los pocos que nunca en su declaración de renta y patrimonio han tenido súbita prosperidad. Lo común es ver a ex alcaldes riohacheros multimillonarios después de su administraciones, caracterizadas por un escándalo de corrupción que identifica a cada una de ellas; Aguas de La Guajira; nacionalización de los vehículos venezolanos; traslados de usuarios de las ARS; venta de los lotes donde está Carrefour, entre otras. No sabemos aún como pasará a la historia la actual. A diferencia, la de él se recuerda por el desarrollo humano: biblioteca Denzil Escolar con 6.000 volúmenes; excelentes niveles en recreación, cultura y deporte con instructores de talla mundial para los niños y jóvenes; bombeo de agua cumpliendo con los requisitos de potabilidad del Ministerio de Salud; recolección de basura en compactadoras; proyecto de vivienda de interés social más grande de Colombia, entre otros.

La Constitución Política de Colombia, “garantiza la libertad de conciencia. Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia”. A pesar y precisamente por eso, muchos luchadores sociales se convirtieron en objetivos militares de los paracos. Muy pocos llegaron a salvarse. El caso en mención, estuvo acompañando a renglón seguido a Jaime Bula, desmovilizado de la Corriente de Renovación Socialista, quien fue ultimado a balazos en Montería a mediados del 2002. Por una serie de hechos que escapan a la explicación científica del estudio de las probabilidades, el siguiente en la lista, condenado a morir dos días después, no fue eliminado.

Días antes, el personaje objetivo militar riohachero había sido advertido por los servicios de inteligencia de la Oficina de la Reinserción que su compadre y compañero de lucha Cimarrón iba a ser asesinado, por lo que de urgencia, le notificó. La eventual víctima buscó información inmediatamente con algunos comerciantes. Estos diligentemente lo llevaron una reunión con el jefe paramilitar de la zona, quien sacó, de un lujoso maletín ejecutivo, una libreta, donde había un tenebroso listado, parcialmente ejecutado, y al revisarlo cuidadosamente, con toda la calma del caso y sin ningún escrúpulo, gesto o expresión en su rostro dijo: no señor, su nombre no aparece acá, aquí hay es otro médico de nombre Luis Gómez Pimienta y ya andan dos equipos motorizados en la calle buscándolo para totearlo.
Gracias a haberle avisado a su compadre que supuestamente él estaba entre las próximas víctimas. Este último se dio cuenta, accidentalmente, que era a lo contrario.

A partir de ese momento Cimarrón, quien había divagado del ateísmo científico al agnosticismo, se convirtió en un firme creyente. Salió como un bólido para donde su amigo y pronunció las palabras que todavía retumban en la mente de su interlocutor: ¡Dios si existe compadre, a usted es a quién van a matar!
Por estas poderosas razones, la Pastoral Social en asocio con la organización Caritas Internationalis de Suecia, en su programa de Protección a Líderes Amenazados, lo sacaron justo a tiempo de Riohacha a Bogotá y luego como exiliado político a Chile, donde estuvo entre los noviembres de 2003 y 2004. ¡Salvándose por segunda vez, milagrosamente de la sentencia paramilitar! El hombre propone y Dios dispone.